martes, 16 de diciembre de 2008

ñam... ÑAAAAMMM !!!

Paradójicamente en mí se encuentra la ambigüedad de ser en unas ocasiones consumidor y en otras el vendedor. Cómo vendedor no mentiré acerca de que me gusta que los billetes se amontonen en la caja, pero eso sí, siempre de una manera decente evitando al máximo las posibles devoluciones y/o represalias por parte de mis fieles consumidores. Es decir, que por poco que se pueda es mejor no mentir al que te compra porque le has de dar la cara cuando venga a devolverte el artículo que le has “colocado” a saber con qué tipo de artimañas y evidentemente te despedirás por última vez de él cuando cruce la puerta porque si se siente estafado no volverá.
Esta es una de las ventajas que tiene el comprar en las tiendas de barrio; puede que sus precios sean algo más elevados que los de los grandes almacenes –evidentemente no se pueden comparar el volumen de venta de unos y de otros- pero hay algo en lo que nunca podrá vencer los grandes almacenes. El trato personal, “el caliu” de las paredes de las paredes que te acogen cuando entras en las papelerías, en los colmados, las mercerías de barrio… estos comercios donde no existen los clientes sino el Pedro, la Cris, la Pili, el Manolo,… porque son personas y no tickets. Son quienes te saludan al coincidir en el café de la tarde en el bar porque te conocen y os contáis las cosas del día a día.
Cuando el negocio es a lo bestia y el trato ya no es personalizado sino informatizado, se desvirtúa este trato personal, por mucho que ponga tu nombre en una tarjeta por Navidad firmada a pie de página y fotocopiada para otros 2 millones de clientes que importan tan poco como tú si no pagas la factura que viene detalladas en las páginas siguientes.
Cuando pequeño me quedó muy marcada la historia de mi profe de catalán, que interpuso una queja en la Oficina del Defensor del Consumidor, porque una lata de leche en polvo que había comprado en la farmacia estaba en mal estado. Raudo y veloz, la marca en cuestión le obsequió con un impresionante lote de productos para su bebé y le pidió las correspondientes disculpas.
Los años han pasado y los principios también, pero de largo. Hoy me creo en el derecho y la obligación de calificar a la Oficina de Atención del Consumidor como una subcontrata de las grandes empresas a través de la cual, mediante un acuerdo firmado se acepta la resolución final sea cual sea el veredicto que emita el juez del momento sin derecho a réplica.
Es decir, no tienes pasta para pagar a un abogado, vas a quienes se supone que te defenerán porque es a ello a lo que se dedican y para lo que se les paga, pero debe ser que "otros" pagan más y por tanto tienen más razón. Te entretienen y marean durante un año aproximadamente esperando plazos y plazos para finalmente comunicarte que tu queja ha sido desestimada y pierdes hasta la oferta inicial que te hayan hecho.
Por mi parte me ha quedado claro:
- Más vale pájaro en mano que ciento volando.
- Poderoso caballero Don Dinero.
- Donde manda patron no manda marinero.
- ...

2 comentarios:

Anónimo dijo...

eres el mejor ,gracias por la parte que me toca

Anónimo dijo...

soy la cris