martes, 18 de noviembre de 2008

CUANDO LA AMISTAD NO ES COMERCIO


A las puertas del cuarto invierno como empresario -jajajaja siempre me vino grande ese nombre, aunque sea la verdad- me hago un nuevo balance, esta vez sin números, más sencillo en apariencia pero mucho más complejo en esencia.
Y es esta esencia la que anima y motiva apara abrir la reja cada mañana. La esencia siempre intangible pero existente que aportan los sentimientos y, en mi caso, domina sobre el resto.
Anoche mientras veía mi serie favorita "Ventdelplà" me ví reflejado por un momento. Los habitantes de este pequeño y encantador pueblo deciden formar un grupo de teatro. Dora, enferma de Alzheimer y dueña del colmado de toda la vida, se apunta y le preguntan si no le da vergüenza el público y ella simplemente responde: ¿A caso los que trabajamos de cara al público no hacemos teatro cada día?
Es cierto que en ocasiones, tras la sonrisa mostrada, se esconden unos dientes apretados que impiden pronunciar alguna que otra barbaridad con la que despedirse de algún non grato cliente.
Pero por lo general, la gente es cordial, amable, simpática e incluso con alguno que otro se llega a empatizar.
En la parte más izquierda de mi cerebro siempre se creó la idea de que todo en esta vida es un comercio. Todo sin escapar nada, está sometido al intercambio. Desde la madre que cuida a su hijo resfriado, hasta el técnico que te soluciona un problema en la caldera. Unos su recompensa es el placer que proporciona la sonrisa del bebé al recuperarse y otros... el dinero.
En la amistad sucede igual. Nadie da nada a cambio de nada. Todos esperamos que se nos devuelva en mayor o menor medida lo que ofrecemos. ¿Cuántas amistades se qeudaron en el camino sin enfados ni discusiones? Es simple, cuando se deja de recibir lo que nos llena, lo que nos aporta de la otra persona, poco a poco se va distanciando la necesidad de presencia.
Hay clientes a los que se les coge cariño y los hay que te brindan su amistad. Algo que ni se compra ni se paga... y dejan verse como clientes.

... a mi Chony, yo si que te quiero boba!!!
Y recuerda qlos amigos son como las estrellas...aunque no los veas ESTÁN.



sábado, 8 de noviembre de 2008

DESCUBRIENDO QUE ME ENCANTAN LAS GOLFAS



Meses atrás explicaba cómo eran las sensaciones que me poseían , hasta dejarme absorto en el tiempo y el espacio, mientras recordaba todo mi pasado a través de fotos y demás objetos que encontré en la buhardilla de mis padres -aquí en Catalunya se les llama "golfes" de ahí la catalanada "golfas"-.
Hoy vuelvo a fabricar, por necesidad, una nueva cápsula del tiempo en la que acumularé todo aquéllo que considero lo suficientemente inservible como para quitarlo del medio pero no lo suficientemente utilizado como para cederlo a otras personas o, simplemente, tirarlo.
He descubierto la buhardilla de mi piso, un lugar del que tenía nociones de su existencia pero nunca visité... aunque no me crean, no tenía escaleras y la verdad, era considerable el esfuerzo teniendo en cuenta que los techos tienen casi tres metros de altura y uno mide algo más de la mitad.
Ataviado con mi linterna dinamo y la curiosisdad mezclada con el miedo a partes iguales me dispuse a entrar en los más de cien metros cuadrados de la nueva cápsula del tiempo.
Sin más luz de la que pueda entrar por una rejilla de a penas 20x30 cm en un extremo, iba investigando cada uno de los compartimentos que antiguamente hospedaban los depósitos del agua del edificio y hoy sólo quedan sus vacíos...o no.
Una vez analizado el terreno considero que lo oportuno es que cubra el suelo con periódicos (deformación profesional) para no dañar lo que algún día llegarán a ser mis reliquias. Cada habtitáculo destinado a un servicio como puedan ser uno para las maletas, otro para los antiguos apuntes y recuerdos de la Uni, otro para los disfraces que un día protegieron mi intimidad y seguramente fulminaron mi dignidad,... eso sí dejando siempre un hueco para quien sabe qué.
Sinceramente, creo que tengo un problema de nombre relacionado Diógenes -filósofo al que le dedicaré un día una entrada- pero algo más desagradable si cabe.
Sólo espero que las vigas aguanten el peso de tantos recuerdos.