domingo, 7 de septiembre de 2008

AY PAAAAYO

Hace unos 8 años aproximadamente, conseguí hacer mío un móvil de la última generación del momento. Minúsculo, perfecto para llevar en el bolsillo, carcasas intercanviables, politonos,... bua la caña de por aquel entonces. Un sábado, decidí salir a la capital sin llevar el coche, por aquello de evitar aparcamientos, ecología, seguridad vial y tonterias varias.
NUNCA MAIS.
Justo salir del tren y subir las escaleras que llevan a la plaza que da nombre a mi comunidad, topé con decenas y decenas de personas de todas las comunidades y países que pudieran concentrarse como si de una Expo se tratase.
Alguien me pidió que le cediese mi recién estrenado móvil con acento portugués y un tono casi amable de no ser porque el abrazo que me daba acababa en una punta a la altura de mis riñones. Ahí quedó mi teléfono, la ilusión del ahorro de varios meses y las ganas de ayudar a un prójimo desconocido.

Afortunado soy, para qué engañarnos. Que yo recuerde sólo en esta ocasión me robaron. Pero años antes, en ésa época en que me tocó vestir de verde por imperativo legal, en la estación de tren de Almería, sólo y con 39 de fiebre a la vuelta de un permiso de 3 días, un barbas con poca masa corporal -y no por ser modelo- intentaba robarme el petate. Supongo que el miedo a las represalias de vuelta a cuartel me hicieron sacar el valor que seguramente de otro modo no hubiera tenido y conseguí plantarle cara y refugiarme en el bar de la estación que me guardaespaldó hasta la llegada de mi tren.

Tristemente, desde hace una semana, soy testigo de cómo un "cliente" extorsiona mañana tras mañana al dueño del bar que me despierta cada mañana con un buen café con leche. Sobre el tema hablamos y no se encuentra solución; qué hacer con un tipo que te "pide" dinero cada día, un tipo que no trabaja, que sabes que no puedes llamar a la policía porque al cierre te esperará con todo su clan hablando una de las lenguas más antiguas que se conocen, el latín no precisamente, el romaní que da más miedo.

A mi abuelo le había oído muchas veces decir aquéllo de cuando veas las barbas de tu vecino cortar, pon las tuyas a remojar. Y qué razón tenía. Ayer por la mañana me tocó "atender" a este "cliente". Aprovechando el momento en que me quedaba sólo insistía en que le prestara dinero. Ante mi negativa por no poder echar mano de una caja que no me pertenecía, su suave tono se iba subiendo a medida que me repetía que se lo dejara. En esta encrucijada sólo contemplé dos caminos; el primero era dejarle el dinero y que me dejara él a mi tranquilo, solución temporal ya que lo tendría cada día ahí molestando, o por el contrario negarme con buenos argumentos e intertar disuadirlo. Opté por la segunda, no sin antes pulsar disimuladamente dos veces la tecla de llamada de mi movil con la esperanza de que contestaran y me oyeran discutir con el cliente en cuestión. Parece que razones como que si mi jefe me pillaba cogiendo dinero de la caja me echaba a la calle no eran sufientes para quitarle la insistencia -normal, qué le ha de importar eso a alguien que sólo conoce los trapicheos y el mercado negro, alguien que no entiende de moral ni de ética, alguien que mientras yo jugaba a canicas él jugaba con los cables de algún coche haciendo puentes sin haber estudiado arquitectura en la universidad-. Más efectivo pareció ser el decirle que me pillarian de todas todas porque mi jefe me controla cada movimiento por las cámaras y no podía jugármela. Afortunadamente en menos de 10 minutos tenía ahí a dos auténticos valientes Sergi y Juan Antonio, y aunque el non grato ya había marchado, por lo menos pude descargarme de la tensión que se llega a acumular.

Pablo se fue. Pablo no es un pseudónimo, es su nombre de pila. Es el nombre que un día su madre le puso en el culto a un chabal moreno de pelo azabache y ojos tizón más o menos de mi edad, un chabal que conozco desde antes de que le saliera barba. Hijo de una madre a la que yo pagaba cuando tenía 16 años y quería regalarle a mi madre alguna prenda de vestir con el sueldo de camarero de fin de semana. Hoy es un tipo que apesta a alcohol desde las 8 de la mañana, un desperdicio humano que vaga con los ojos inyectados en sangre y que no le basta con incomodar con su sola presencia sino que se dedica a joder y extorsionar a quienes trabajamos 7 días a la semana para poder pagar el café que me sirve otro que también trabaja 7 de 7, porque hoy por hoy, por si ése indeseable no lo sabe, es la única manera que a algunos nos queda de malllegar a final de mes. Y si el alcochol y toda la mierda que se mete dentro no le dejan entender cómo conseguir dinero decentemente para seguir jodiendo su vida, yo le podría dar un sólo consejito para que no tuviera que conseguirlo y dejara de joder la nuestra.

YA ESTÁ BIEN!!

2 comentarios:

nene dijo...

muy bueno creo que iciste vien. ay mucha gente mala por el mundo i ay que pararles los pies a toda esa gente tu tube un caso similar al tuyo i asta que no me enfrente a el no me dejo enpaz. (fue con la misma persona que tu) un saludo de nene y bego

Anónimo dijo...

Laly:
Yo no me he encontrado nunca en un caso asi, pero si es verdad que no puedes permitir que pasen estas cosas, es muy injusto y nunca sabes por qeu camino es mejor tirar. Ánimo wapisimo!!!!!!!!!!!!!
Un besoteeeee!!!!!!!!!